- Capitana, deberíamos marcharnos de una vez
¿Quién me habla? ¿De quién es esa voz?
- Capitana, ¿me oye? ¿Se ha quedado dormida? ¡Capitana!
- ¡Ah! ¿Qué...? ¿Quién...?
Casi me caigo del susto. Ugh, mi cabeza. Noto como si mis sesos quisieran salir de mi cráneo y se estuviese esforzando por taladrarlo hasta conseguirlo. Siento mi boca pastosa y seca y un pequeño hormigueo en los dedos. Buf, ayer se me fue de las manos esa copa que quería tomarme después de la conversación que tuve con el general ¿Qué hora será? Dioses, no puedo ni mantener los ojos abiertos, la luz me está matando y tengo los párpados pegados. Es la última vez que mezclo vino peleón con cerveza, por mucho que dijese mi antiguo escuadrón que era lo mejor del mundo.
- ¿Quién eres tú? No puedo verte la cara.
- Soy yo, capitana, Yosha, su ayudante.
- Ah, ahora me acuerdo de ti. Eres el recluta que me han puesto como niñera, ¿no es así? Pesé que ayer te dí el esquinazo cuando me metí en el barrio mercante, ¿cómo me has encontrado?
- Llevo toda la noche entre las diferentes de nuestra ciudad, es donde la he encontrado las otras veces. Además, preferiría que no me llamase niñera. Como bien sabe, capitana, mi función es la de servirla y hacer que su arduo trabajo por nuestras tierras sea más liviano. Es mi deber como miembro del ejército...
- Sí, sí, sí, no me cuentes el mismo rollo que sueltas cada vez que te doy la oportunidad.
La espalda me está matando, ¿acaso me peleé anoche? Me duele un poco el costado, quizás tenga un moratón. Ojalá quede algo de medicina para aplacar el dolor. Menos mal, todavía queda algo de vino en la jarra. Puede que me de para un sorbo, dos si el fondo en curvo. No está mal, un poco dulce para mi gusto, pero tampoco es que haya mejores vinos en la capital. Echo de menos el vino de la frontera sur, eso sí que era vino de verdad, te podías pasar toda una noche bebiendo sin miedo a la resaca y acababa borracha como una adepta en un día de fiesta con dos vasos.
- En fin, dime qué ocurre. Tienes que tener alguna razón para haber venido a molestarme, ¿no?
- Capitana, debería adecentarse y prepararse cuanto antes. He hablado con el dueño de la taberna y le ha preparado una palangana con agua y yo le he traído una nueva camisa para sustituir la que lleva ahora. Debemos darnos prisa, pronto será la reunión de oficiales y se nombrarán los nuevos destinos para aquellos con mayor rango.
- ¿Y?
- ¿Cómo que y? Es algo muy serio, un destino trivial podría hundir la carrera del militar más prometedor, del mismo modo que el ser llamado a las armas en los conflictos arduos forjan un camino casi seguro hacia la gloria.
- No hace falta que me lo expliques, Yosha, ya sé cómo funciona esto. Déjame que te pregunte de nuevo y esta vez espero una respuesta que más clara y menos pomposa, ¿y?
- Capitana Katrina, si no va puede que no le den un destino merecido y acabe...
- Eso no me preocupa, siempre me dan los destinos más difíciles.
-¿Cómo puede estar tan segura?
- ¿Cómo no voy a estarlo? Soy la capitana Katrina, todo el mundo me conoce y todo el mundo sabe lo que valgo.
- Aun así, no creo que sea correcto.
-Escúchame, chico. Te saco unos cuantos años de experiencia, sé mucho más que tú en lo que se refiere al ejército.
- Pues a veces parece que debo enseñarle hasta lo más básico de etiquetas y costumbres militares.
- ¿Cómo dices, recluta?
- Perdone si he sonado desconsiderado, capitana, pero... ¿Puede serle franco?
- Puedes.
- A veces... A veces parece que se toma su deber como una broma. Llevo con usted casi tres meses en la capital. Casi nunca acude a los entrenamientos ni se queda en la sala de armas más de lo necesario. Cuando puede se escaquea de las ceremonias y actos oficiales, al igual que trata los ritos tan importante para un soldado como si fuesen trivialidades innecesarias. Por no hablar de que... bueno, no se lo tome a mal, pero desde que estoy junto a usted hemos salido casi todas las noches a beber o se ha escapado de mi lado para tomar una copa, y puedo contar con los dedos de las manos las mañanas en las que estaba dispuesta para hacer su trabajo. Por no hablar de las veces en las que he tenido que meterle la cabeza en agua que se despierte o las ocasiones en las que ha aparecido con moratones o cortes por peleas con otros parroquianos de un establecimiento. Más que una capitana noble y segura de la tradición militar parece una matona de taberna común. Debería tomarse su carrera más en serio y presentarle el respeto que le corresponde a su labor.
¿Quién se cree este niñato imberbe que soy para hablarme así? ¿Acaso no sabe quién soy, qué he hecho? Si tuviese las fuerzas necesarias ahora mismo le daría una buena lección, pero me pesa todo el cuerpo. No tengo ganas ni de darle un guantazo, pero al menos puede enseñarlo una lección muy valiosa sin tener que levantarme.
- Me tomo mi deber con toda la seriedad que se merece, recluya. Ya fui de joven a los campos de entrenamiento y me hice fuerte, sé manejar la lanza y el escudo mejor que muchos que se hacen llamar maestros. He matado a tanta gente que he perdido el número y, cuando hay un trabajo que saben que es casi imposible, a la primera que llaman es a mí. Ahora tengo un puesto digno y un estatus que me permite disfrutar de todo lo que antes no podía. Y sí, a veces me salto los deberes que no me gustan o que, entre tú y yo, son una estupidez que no sirven para nada, pero me he ganado ese derecho. ¿Sabes cómo me llamo, Yosha?
- Usted es la capitana Katrina.
- ¿Sabes qué otro nombre me dan? Estoy segura de que alguien te habrá contado la historia de donde conseguí mi apodo.
- Los... Los hombres me han hablado de una vez en la que... usted...
-De la vez en la que yo defendí todo un puesto fronterizo sin ayuda de nadie. ¿Sabes qué es luchar una sola contra un ejército entero? Al principio sientes miedo y terror, tienes ganas de salir huyendo y abandonarlo todo. Pero luego te antepones y empiezas a sentir euforia: gritas, se te nubla la vista, notas el sabor a cobre en la boca mientras la sangre emana de tus heridas. Es una sensación que te lleva a un trance y, antes de que te des cuenta, dejar de sentir, de escuchar, de ver... Lo único que sientes y ves son nubes de incertidumbre y te conviertes en una bestia más que en un soldado. Cuando acabas, te pesa todo el cuerpo y tienes que quitarte la armadura y el equipo. La cabeza te da vueltas, te entran náuseas, lloras descontroladamente. Es una sensación horrible pero, lo más terrorífico de todo, es que cuando te levantas lo único que ves es una pila de cadáveres ensangrentados, muertos a tus manos que ahora son débiles como las hojas del otoño. Muy pocos han podido experimentarlo y yo, recluta Yosha, he tenido el placer de haberlo vivido más de una vez.
Es aún demasiado joven, le falta coraje para seguir adelante. Con haberme puesto un poco seria ya me está apartando la mirada. Casi todos los reclutas que he visto en mis años de servicio son así. Casi todos.
- En una ocasión, me enfrenté contra todo un ejército durante una tormenta, y acabé con ellos mientras viajaba por el cielo con estas alas que ves a mi espalda. Mis estocadas sonaban como los truenos que tenía a mi espalda y la sangre fluía como las gotas de lluvia que caían en mi rostro. Fue una masacre y yo fui la única que sobrevivió a ella. Mis alas, mis preciosas alas... Escucha atentamente, Yasha, estas alas son más importantes que cualquier lanza o escudo, son lo que me ha convertido en leyenda, son lo que me han convertido en la Tormenta del Sur y tú, por ende, debes respetarme por el valor que se merecen. Lo entiendes, ¿no?
- S... Sí.
- Gracias a ese apodo estoy donde me ves ahora y, del mismo mdoo, es la razón de que la gente me reconozca y sepan de lo que valgo. Así que si quiero tomarme una cerveza en vez de entrenar, me la tomo. Si quiero saltarme un consejo de guerra en el que sé que solo vana hablar estraegias que nunca verán la luz del sol me lo salto y si se me encomienda que vaya a otra misión en la que debo poner mi vida en riesgo, me preparo para lo peor. ¿Comprendes ahora, recluta Yasha, el por qué estoy aquí sentada y no en una habitación jugando con maquetas y dioramas de terrenos? ¿Comprendes ahora por qué me he ganado ese privilegio?
- Sí, señora.
- Bien, me alegro de que nos entendamos. No te preocupes por el destino, el general ya me mandará una carta a casa o te pedirá que me lo digas. Quizás hasta le pida que elijas tú el destino. Y ahora, ve a la barra y tráeme otra jarra de cerveza. La cabeza me está matando y tengo que acabar con esta resaca cuanto antes.
Como usted ordene... Capitana Katrina.
Menos mal que no he visto su mirada, seguro que cortaba como el cristal. Tampoco es que me importe demasiado. Es solo un recluta y yo soy Katrina, la Tormenta del Sur.
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