domingo, 22 de marzo de 2020

Katrina: Orígenes


Sus ojos están clavados en mí. Cada movimiento que hago con el cuchillo, cada vez que mi aliento nace como bruma, cada vez que varío mi postura en el más mínimo detalle, él lo está observando. Hace frío, mi cuerpo solo quiere temblar y hacerse un ovillo hasta que todo esto se pase pero, si lo hago, ellos se darían cuenta. Está buscando el momento justo, el momento en el que le demuestre que soy la presa que quiere que sea.

Ojalá pudiera correr y huir, pero Mariett nos ería capaz de seguirme el ritmo. He oído el sonido que ha hecho su tobillo cuando se ha tropezado con la roca, aunque lo niegue a gritos sé que no va a poder levantarse, solo me queda luchar o ser devorada. ¿Pero cómo voy a defenderme de un montón de lobos con un simple cuchillo? Nunca he matado salvo a los animales de la granja, y nunca me ha atacado nadie. Me están enseñando los colmillos, babeantes por la comida que creen que están a  punto de disfrutar. Han notado mi duda y eso les ha dado hambre.

Noto como se acelera mi respiración mientras agarro con más fuerza el cuchillo. Me cuesta respirar, el aire no quiere quedarse en los pulmones. Ojalá pudiese salir volando junto a Mariett hasta casa, dejarme llevar por el cielo hasta estar segura. Vamos, céntrate, piensa en lo que está en juego. Uno de los lobos ha intentado morderme, pero un movimiento del cuchillo ha bastado para que se aparte. Están jugando conmigo a un juego demasiado sádico para mi gusto. Otros e acerca y la única forma que se me ocurre de responder es gritar como si mi vida dependiera de ello. Sienta bien, noto una extraña calidez en el pecho. ¿Es acaso lo que los fuertes sienten cuando son más fuertes que su oponente?

Tengo miedo, no quiero estar aquí. Madre, abuelo, por favor, encontradme antes de que pase nada y salvadme. Siempre me habéis salvado, volved a hacerlo una vez más. Un tercer lobo se ha abalanzados obre mí, pero esta vez no he podido esquivarlo. Noto un dolor tan profundo que embarga todos mis huesos mientras sus colmillos se clavan en mi carne. Quiero llorar, pero me fuerzo a aguantar el dolor y aprovecho que no puede escapar. El cuchillo ha entrado limpio en su ojo, veo cómo su sangre y la mía se entrelazan mientras ambos nos clavamos los colmillos. Suéltame, no quiero hacerte daño, suéltame y márchate de una vez. Pero él no quiere ceder. Y yo tampoco.
Finalmente ha dejado de moverse y el cadáver desalienta a sus amigos. Mi respiración sigue acelerándose, pero ahora es diferente, ahora no me siento indefensa. Muevo el cuchillo ensangrentado en el aire mientras doy un paso hacia adelante. Los lobos vuelven a retirarse y, por suerte, mi falda empapada no me ha hecho caer al suelo para convertirme en un blanco fácil.

Mis ojos viajan en sus cuencas de un sitio para otro en busca de los lobos restantes. Por mucho que se desplacen hacia atrás nunca huirán, tienen demasiada hambre, es una cuestión de vida o muerte como la mía. Cada vez que uno intenta abalanzarse estoy preparada para enfrentarlo con el brazo extendido. Quizás no me teman a mí, pero sí a mi cuchillo.

Vamos, marchaos, no me forcéis a hacer algo que no quiero. Por favor, marchaos, buscad comida en otro sitio. Ojalá pudieran leerme la mente. Ojalá se parase el tiempo para que ninguno de nosotros descubriese el resultado que nos depara el destino.

Los lobos se abalanzan sobre mí en un último ataque suicida, preparados para matarme o morir. No puedo con todos y, aunque mi cuchillo se clava en el rostro de uno, puedo notar como sus garras y colmillos penetran mi carne. Noto un dolor intenso que me recorre. Intento defenderme, el cuchillo consigue cortar la carne de algunos, pero son demasiados. Grito de dolor e ira, incapaz de hacer nada con mi propia fuerza. Voy a morir, voy a morir y he condado a Mariett al mismo sino por mi egoísmo. Todo empieza a tornarse negro, estoy muy cansada. Quiero… Quiero cerrar los ojos y descansar.
Me he sumido en la oscuridad, no noto frío ni calor, ni dolor ni alivio, solo una extraña sensación e vacío que rodea todo mi ser. ¿Acaso he muerto? ¿Dónde están las verdes praderas de Eldath que me narró mi madre? ¿Dónde están los jardines de frutas abundantes que saciarían mi hambre y sed? Solo veo un vacío infinito, un vacío que lo cubre todo incluido a mí. Pero, ¿qué es eso? ¿Una luz? Me es familiar, jamás la he visto pero siento que puedo confiar a ella. Me acerco lentamente y rozo con mis dedos, o lo que creo que son mis dedos, esta extraña chispa. Es cálida, me gusta. ¿Acaso esta luz soy yo? Mis párpados ya no pesan tanto y abro los ojos, volviendo al campo en el que estaba hace unos instantes.

Me duele todo el cuerpo, mis dedos tiemblan de miedo y las lágrimas recorren mis mejillas. Mi estómago no aguanta la tensión y vomito sobre un charco de sangre que ha inundado la hierba. ¿Por qué hay tanta sangre, acaso han destrozado mi cuerpo y estoy sentada sobre mis restos? ¡Los lobos, dónde están! Alzo la vista y mis mechones grises, empapados en sudor y sangre se pegan a mi rostro. Están todos meurtos a mis pies, llenos de marcas de hoja. ¿He hecho yo esto? No recuerdo nada.
Me miro las manos. Están empapadas en sangre y las heridas que deberían estar abiertas, se han cerrado hasta convertirse en cicatrices. No solo en mis manos, mis brazos y mi pecho también están curados. ¿Qué ha pasado aquí? ¿Quién ha matado a todos estos lobos? Me levanto con dificultades, siento un extraño peso en la espalda.

-Mariett, ¿Quién ha hecho esto?

No me responde, tiene su rostro fijado en mí, pero es un rostro de terror. Intento acercarme a ella, pero empieza a alejarse aterrada. Grito para pedirle que se quede y, con mi grito, un extraño vendaval se alza y mueve mis mechones grises y carmesí a todos lados.
¿Por qué… Por qué tengo estas alas grises en mi espalda?