Sus ojos están clavados en mí. Cada movimiento que hago con
el cuchillo, cada vez que mi aliento nace como bruma, cada vez que varío mi
postura en el más mínimo detalle, él lo está observando. Hace frío, mi cuerpo
solo quiere temblar y hacerse un ovillo hasta que todo esto se pase pero, si lo
hago, ellos se darían cuenta. Está buscando el momento justo, el momento en el
que le demuestre que soy la presa que quiere que sea.
Ojalá pudiera correr y huir, pero Mariett nos ería capaz de
seguirme el ritmo. He oído el sonido que ha hecho su tobillo cuando se ha
tropezado con la roca, aunque lo niegue a gritos sé que no va a poder
levantarse, solo me queda luchar o ser devorada. ¿Pero cómo voy a defenderme de
un montón de lobos con un simple cuchillo? Nunca he matado salvo a los animales
de la granja, y nunca me ha atacado nadie. Me están enseñando los colmillos,
babeantes por la comida que creen que están a
punto de disfrutar. Han notado mi duda y eso les ha dado hambre.
Noto como se acelera mi respiración mientras agarro con más
fuerza el cuchillo. Me cuesta respirar, el aire no quiere quedarse en los
pulmones. Ojalá pudiese salir volando junto a Mariett hasta casa, dejarme
llevar por el cielo hasta estar segura. Vamos, céntrate, piensa en lo que está
en juego. Uno de los lobos ha intentado morderme, pero un movimiento del
cuchillo ha bastado para que se aparte. Están jugando conmigo a un juego
demasiado sádico para mi gusto. Otros e acerca y la única forma que se me
ocurre de responder es gritar como si mi vida dependiera de ello. Sienta bien,
noto una extraña calidez en el pecho. ¿Es acaso lo que los fuertes sienten cuando son más fuertes que su oponente?
Tengo miedo, no quiero estar aquí. Madre, abuelo, por favor,
encontradme antes de que pase nada y salvadme. Siempre me habéis salvado,
volved a hacerlo una vez más. Un tercer lobo se ha abalanzados obre mí, pero
esta vez no he podido esquivarlo. Noto un dolor tan profundo que embarga todos
mis huesos mientras sus colmillos se clavan en mi carne. Quiero llorar, pero me
fuerzo a aguantar el dolor y aprovecho que no puede escapar. El cuchillo ha
entrado limpio en su ojo, veo cómo su sangre y la mía se entrelazan mientras
ambos nos clavamos los colmillos. Suéltame, no quiero hacerte daño, suéltame y
márchate de una vez. Pero él no quiere ceder. Y yo tampoco.
Finalmente ha dejado de moverse y el cadáver desalienta a
sus amigos. Mi respiración sigue acelerándose, pero ahora es diferente, ahora
no me siento indefensa. Muevo el cuchillo ensangrentado en el aire mientras doy
un paso hacia adelante. Los lobos vuelven a retirarse y, por suerte, mi falda
empapada no me ha hecho caer al suelo para convertirme en un blanco fácil.
Mis ojos viajan en sus cuencas de un sitio para otro en
busca de los lobos restantes. Por mucho que se desplacen hacia atrás nunca
huirán, tienen demasiada hambre, es una cuestión de vida o muerte como la mía.
Cada vez que uno intenta abalanzarse estoy preparada para enfrentarlo con el
brazo extendido. Quizás no me teman a mí, pero sí a mi cuchillo.
Vamos, marchaos, no me forcéis a hacer algo que no quiero.
Por favor, marchaos, buscad comida en otro sitio. Ojalá pudieran leerme la
mente. Ojalá se parase el tiempo para que ninguno de nosotros descubriese el
resultado que nos depara el destino.
Los lobos se abalanzan sobre mí en un último ataque suicida,
preparados para matarme o morir. No puedo con todos y, aunque mi cuchillo se
clava en el rostro de uno, puedo notar como sus garras y colmillos penetran mi
carne. Noto un dolor intenso que me recorre. Intento defenderme, el cuchillo
consigue cortar la carne de algunos, pero son demasiados. Grito de dolor e ira,
incapaz de hacer nada con mi propia fuerza. Voy a morir, voy a morir y he
condado a Mariett al mismo sino por mi egoísmo. Todo empieza a tornarse negro,
estoy muy cansada. Quiero… Quiero cerrar los ojos y descansar.
Me he sumido en la oscuridad, no noto frío ni calor, ni
dolor ni alivio, solo una extraña sensación e vacío que rodea todo mi ser.
¿Acaso he muerto? ¿Dónde están las verdes praderas de Eldath que me narró mi
madre? ¿Dónde están los jardines de frutas abundantes que saciarían mi hambre y
sed? Solo veo un vacío infinito, un vacío que lo cubre todo incluido a mí.
Pero, ¿qué es eso? ¿Una luz? Me es familiar, jamás la he visto pero siento que
puedo confiar a ella. Me acerco lentamente y rozo con mis dedos, o lo que creo
que son mis dedos, esta extraña chispa. Es cálida, me gusta. ¿Acaso esta luz
soy yo? Mis párpados ya no pesan tanto y abro los ojos, volviendo al campo en
el que estaba hace unos instantes.
Me duele todo el cuerpo, mis dedos tiemblan de miedo y las
lágrimas recorren mis mejillas. Mi estómago no aguanta la tensión y vomito
sobre un charco de sangre que ha inundado la hierba. ¿Por qué hay tanta sangre,
acaso han destrozado mi cuerpo y estoy sentada sobre mis restos? ¡Los lobos,
dónde están! Alzo la vista y mis mechones grises, empapados en sudor y sangre
se pegan a mi rostro. Están todos meurtos
a mis pies, llenos de marcas de hoja. ¿He hecho yo esto? No recuerdo nada.
Me miro las manos. Están empapadas en sangre y las heridas
que deberían estar abiertas, se han cerrado hasta convertirse en cicatrices. No
solo en mis manos, mis brazos y mi pecho también están curados. ¿Qué ha pasado
aquí? ¿Quién ha matado a todos estos lobos? Me levanto con dificultades, siento
un extraño peso en la espalda.
-Mariett, ¿Quién ha hecho esto?
No me responde, tiene su rostro fijado en mí, pero
es un rostro de terror. Intento acercarme a ella, pero empieza a alejarse
aterrada. Grito para pedirle que se quede y, con mi grito, un extraño vendaval
se alza y mueve mis mechones grises y carmesí a todos lados.
¿Por qué… Por qué tengo estas alas grises en mi espalda?