sábado, 28 de noviembre de 2020

Recuelle: Preguntas (+18)

-Buenas días, querido y magnánimo alcalde

-¿Donde... Dónde estoy? ¿Y quién es usted? ¿Por... Por qué estoy atado y desnudo?

-Poco a poco, señor alcalde, no querrá que su pobre corazón ceda. Ya sabe lo que le dijo el médico, reduzca las carnes rojas, haga algo de ejercicio e intente no alterarse.

-Usted es aquel mercenario, aquel tipo con la cara blanca... Barnabás.

-Sí, ese fue el nombre que le di en su momento, pero déjeme que me presente otra vez esta vez con la sinceridad que se merece su ilustrísima. Mi nombre es Recuelle, bardo de oficio y maestro de mis deseos como profesión.

-Oiga, no sé a qué viene todo esto, pero si me desata ahora mismo y me deja ir de sabe dios donde estamos le prometo que...

-Pah, pah, pah, pah. ¿Qué le he dicho hace unos instantes, señor alcalde? Cálmese si no quiere que su estado se empeore. Ahora, si no le importa y ahora que ya me he presentado como los dioses mandan, le explicaré que hace aquí.

-¿Y dónde demonios es aquí?

-Este lugar, mi querido amigo, es el almacén subterráneo de una vieja amiga que me ha pedido un favor, y como todo el mundo sabe el bueno y bondadoso de Recuelle no puede negarle nada a sus camaradas. Y si no le importa, deje las preguntas y escuche con esas orejas zafias y llenas de pelos de anciano, o si no quizás se pierda en mi conversación y me haga tener que repetirme. Y a mí no me gusta decir las cosas dos veces. ¿Está de acuerdo? Tomaré su silencio como un sí. Verá, necesito que me de información sobre cierto paquete que llegó a sus oficinas hace un par de semanas. Era un paquete más o menos de un pie de largo y dentro había un papel con unas letras muy importantes escritas en este. ¿Le suena de algo?

-No recuerdo haber recibido ningún paquete así.

-Oh, pero sí que lo recibió. De hecho, tengo la declaración jurada de su jardinero sobre cómo recibió a un caballero vestido de negro a su domicilio que le entregó en mano dicho paquete, el cual llevó a su despacho a examinarlo junto a este y comprobó su contenido antes de depositarlo en una caja de plata y enviarlo por correspondencia a los dioses saben donde.

-¿Cómo sabe todo eso? ¿H a torturado usted a Iorveth?

-No sea estúpido, Iorveth trabaja para mi amiga y fue él quien me dio voluntariamente toda la información que le he expuesto.

-Entonces si sabía todo eso, ¿por qué me ha preguntado?

-Para saber si era posible confiar en usted y, lamentablemente, ha fallado la prueba. Me decepciona, ilustre. Pensaba que una persona de su estatus y cargo mantendría una ética sobre la mentira de tolerancia nula, sobre todo conmigo que solo he dicho la verdad desde que he empezado a hablar con usted. A partir de ahora, por desgracia para los dos, me veré forzado a tomar medidas más estrictas, inquisitivas incluso.

-Es usted un ser despreciable.

-Puede, pero le interesa que este ser despreciable esté contento y feliz hasta que le libere, o puede que tenga que pagarlo muy caro. Dígame señor alcalde, y dígamelo con toda la verdad dentro de su alma, ¿podría indicarme si esos documentos son realmente las últimas voluntades del conde de Bourgnoim y el testamento de este?

-Sí, pero nunca podrá encontrarla. Jamás le diré nada.

-Oh, claro que hablará. Verá, hay una razón para que usted y yo estemos con las vergüenzas al aire y no es puro exhibicionismo, sino que he comprobado en varias escenas de suma experiencia que la eliminación de la ropa hace que sea mucho más fácil eliminar las pruebas y aparentar que nada ha sucedido tras un trabajo. También es cierto que sin ningún tipo de prenda, el acero lo tiene más fácil para penetrar la carne y la piel y da un mayor control de una hoja para ciertas actividades. Por ejemplo, fíjese en esta belleza. Es un cuchillo gnomo, hecho de acero templado y laminado. Los gnomos lo utilizan para cortar las pieles de las liebres si dañarlas demasiado y venderlas a mejor precio en los mercados, pero yo he descubierto que su filo tan fino como un pelo y sus paredes rugosas son perfectas para introducirse en los dedos sin uñas y separar poco a poco la piel de la grasa y hacer una inmesurable cantidad de dolor. O mire este otro, una hoja larga y delgada como una aguja, perfecta para coser con hilo de intestino de gato las heridas superficiales y evitar el desangrado de la víctima durante mis sesiones de interrogatorio. ¿Quiere que continue?

-Haga lo que quiera, hice una promesa y pienso cumplirla. Nadie tocará la herencia del conde de Bourgnoim salvo su sobrino menor, quien gobernará sus tierras y su gente. Córteme, cósame, écheme fuego si quiere y mande a los perros del mismo infierno. Mis labios están sellados.

-Muy honorable por su parte, pero fútil a su vez. Verá yo no quiero quitarle la herencia al pobre Nicholas, para nada. Sin embargo, el joven es demasiado impetuoso y se deja llevar por su corazón y mi queridísima amiga cree que sería mejor que alguien administrase sus cuentas antes de que se haga un hombre hecho y derecho. Ya sabe, no podemos dejar al pueblo a la merced de un descerebrado.

-¿Y a quién pondría una rata como usted o su socia como administrador?

-A su primo Teolfo, por supuesto.

-¡Ja, su primo es un necio, un borracho y un juerguista! Es un incompetente tal que todos saben que su hermano será el heredero de sus padres pese a ser menor. ¿De verdad creen que será mejor gobernante que un niño?

-Creo firmemente que lo será. porque cuando gobierne hará que se mueva la economía más importante de todas.

-¿Qué sandeces está diciendo?

-Escuche y aprenda, querido amigo. Cuando un hombre como él sube al trono, todo el mundo gana. Primero empezará a montar grandes fiestas y banquetes, tantos que todo el mundo en la corte será feliz y disfrutará mientras sus asesores y gente de confianza toman el mando de las tierras y se encargan de su administración. Después llegará un punto en el que el pobre conde estará falto de oros y subirá los impuestos, volviendo así al punto uno hasta que, sorpresa para cualquier mortal con poco cerebro, haya un momento en el que no pueda subirlos más. Después empezará a pedir préstamos por asesoría de sus nuevos consejeros a gente respetable que puede asumir dichas sumas entre las que se encuentra mi amiga, la cual comenzará con intereses bajos y luego los irá subiendo conforme la suma crezca, alternándose de nuevo el paso uno y dos. Finalmente, la suma será inasumible, el pueblo estará harto y lo destituirán, tanto a este como al pobre Nicholas el cual, probablemente, no haya llegado a la mayoría de edad debido a un accidente de caza, un envenenamiento o a la daga que escondía una dulce doncella que había ido a visitarle en su cama para celebrar su décimo sexto cumpleaños. Al estar el sitio vacío, los asesores buscarán a una persona competente, el pueblo aprenderá a rebelarse contra los tiranos y los prestamistas recibirán gran parte de las tierras del condado para pagar las deudas. ¿Ve usted, mi querido alcalde, como a cambio de un par de años de miseria tendremos una tierra más fuerte y recia?

-Está loco. Su plan es una estupidez. Jamás funcionaría tal artimaña.

-¿Y quién es usted para decir eso? ¿Acaso me conoce para poder llamarme loco? Quizás sea un loco, quizás sea un visionario, o quizás solo estoy exponiendo una excusa para ocultar que Teolfo le ha pagado a mi compañera una gran suma por mis servicios. De igual forma, solo hay una forma en la que saldremos de esta: con usted contándome dónde se encuentra el documento y yo cambiando un simple Nicholas por un Teolfo. ¿Está dispuesto a colaborar o se va a empeñar en que estrene una nueva pastilla de jabón?

-Púdrase, no puede hacerme cambiar de opinión. Nicholas es el heredero del conde de Bourgnoim y nada de lo que diga o haga me hará cambiar de opinión.

-¿Nada de lo que diga o haga, dice? Es un poco cruel, ¿no cree? Encima de que le estoy tratando con tanta delicadeza.

-Váyase al infierno usted y sus palabras de patán.

-¿Y si no se lo pidiese yo? Y si se lo dijese un joven llamado... no sé, ¿William?

-¡No vuelva a decir ese nombre! ¡No vuelva a decir el nombre de mi hijo!

-Ah, vamos progresando, eso em gusta.

-¡Como le haga algo a mi hijo le juro que...!

-¿Me jura qué? ¿Que se quedará ahí quieto mientras yo hago mi trabajo? He oído que su hijo William es un jovencito de quince años bastante popular en sus círculos. Me han dicho que es un maestro con el arco y con las damas. ¿Sabe algo curioso de la arquería? El arco, pese a ser un arma primitiva y robusta, es controlado principalmente por el meñique de la mano que lo sujeta, el cual le otorga estabilidad al lanzar la flecha. Además, pese a que todo el mundo sabe que para lanzar una flecha solo se necesitan el índice y el corazón en la mano de la cuerda, existe un punto en el que los tendones de ambos dedos se entrecruzan y una pequeña incisión los deja inútiles.

-¡Cállese ahora mismo!

-Si me deja pensar en otros elementos de su muchacho, diría que su elemento más atractivo son esos ojos esmeralda que tiene. Escuché que en la universidad una moza escribió un poema sobre sus ojos. ¿Qué era lo que estudiaba? ¿Ingeniería, leyes? Ah, ahora recuerdo, medicina. ¿Sabe que existe un parásito que se transmite por contacto de mucosas y que devora por dentro los ojos de su huésped mientras crea nidos en sus cuencas? Es un ser diminuto y fascinante llamado Vermis Oculus que solo vive en ciertas zonas pantanosas y que son indetectables hasta que es demasiado tarde. Aunque claro, alguien con el suficiente oro podría hacerse con uno de estos especímenes.

-¡Silencio, bastardo hideputa!

-Oiga usted, un respeto hacia mi madre que no se merece tales insultos. Si le molesta tanto, no se preocupe, puedo cortarle el cuello mientras duerme. Es mucho menos doloroso y más sencillo. Además, es una de mis especialidades.

-¡Por favor, pare!

-Y si no puedo ir a visitar a la mayor. Ay, me han dicho que Elisabeth está viviendo en el ducado de la familia Rostfields en el sur y dicen que su primer cachorro está a punto de nacer. ¿Cree que saldrá a su padre o a su madre? Seguro que están interesados en un arlequín para entretener a su bebé, puede que hasta me ofrezca a ayudar a la pobre niñera si está en apuros.

-Basta de una vez, se lo suplico.

-Una pena que no haya podido conocer a su mujer. La viruela se la llevó hace unos años, ¿verdad? No creo que pueda hacer mucho por ella, aunque estoy seguro de que si entierran junto a ella a sus hijos descansará en paz por el resto de la eternidad. ¡Hey, qué buena idea acabo de tener! ¿Y si la llevo a darle una visita a sus hijos? Quizás tenga que peinarle los cuatro pelos que le queden y abrillantarle con lejía los dientes llenos de barro, pero seguro que a sus hijos les hace mucha ilusión ver a su madre una vez más.

-Basta, por todo lo sagrado... basta.

- Yo no soy el que tiene potestad para parar, sino usted, mi magnánimo y poderoso gobernante. Tan solo tiene que decir un par de palabras y, con ellas, me hará el hombre más feliz del mundo. Tanto que seguramente me olvide de su familia.

-...

-Vamos, dígalo, confíe en mí.

-Si se lo digo... ¿promete no tocar a mi familia?

-Lo juro como que el nombre que me dio mi santo padre es Recuelle.

-El documento está en la biblioteca de un cortijo en mis tierras. Está vigilado por media docena de guardas que se hacen pasar por jornaleros y atacarán a aquel que no les dé la palabra de seguridad: valeriana. El documento está guardado dentro de la caja de plata, oculta en la sección de historia junto al tratado de las Tierras de los Gigantes.

-¿Algo más que deba saber? No quiero llevarme sorpresas.

-¿Qué me hará cuando le dé la información?

-Pensaba que a usted no le importaba lo que le hiciese, pero si le creo prometo no hacerle nada.

-La caja tiene un mecanismo, la tapa debe subir perpendicular a su base hasta extraerla completamente o el documento prenderá en llamas. Eso es todo lo que necesita saber.

-Bien, lo ha hecho muy bien, señor alcalde. Siéntase orgulloso. Creo cada palabra de lo que ha dicho.

-¿Me dejará marchar ahora?

-Lamentablemente, no.

- Le he dicho toda la verdad, ¡usted mismo ha dicho que me cree!

-Y le creo, le juro que le creo. Pero... verá, el problema es que es mejor prevenir que curar. Ahora vamos a comprobar si corrobora su historia de nuevo. Pero antes, ¿puedo hacerle una pregunta? Es una nimiedad, se lo prometo.

-... Hable.

-¿Por dónde quiere que empiece?