En el año 2406, el refugio pre-fabricado número 7 estaba habitado por el conocido como Comandante Ar-Baku o simplemente Comandante Baku. Siempre quiso mantener su anonimato viviendo en su humilde contenedor metálico prácticamente oxidado en las afueras de la ciudad, pero todos lo reconocían por su peculiar uniforme de terciopelo rojo y porque era el único jark -hombre felino- de la zona.
Su porte era elegante e imponía respeto allá donde iba. Sus dientes le caían de la boca y de ellos resbalaban, cuando hacía calor y aunque él no quisiera, unos hilillos de saliva que le daban un cierto aspecto repulsivo y a la vez amenazante.
No visitaba los lugares de reunión típicos de la ciudad de Las Tres Puertas, como el bar Cerveza Fresca o el ayuntamiento, en donde se realizaban plenos casi todas las semanas. Muchos se cuestionaban la valía del comandante pues todo asemejaban historias inventadas, o bien, fácilmente atribuibles a otros exploradores espaciales. Además, de su pecho no colgaba ninguna distinción. Lo único que se sabía a ciencia cierta de él es que era miembro del Club de los Canallas.
Había sido invitado cuando se extendió la noticia de su lucha y victoria al servicio del Imperio sobre los piratas espaciales al borde de la galaxia. Esperaban tener el placer de escuchar sus batallas más célebres como aquélla contra los droides al este del sector Q, pero en vez de ello, el Comandante Baku guardaba silencio mientras leía las últimas noticias del Imperio.
Indudablemente había viajado. No era de ese lejano planeta casi en el centro del sector Q, sino que era de la zona más al norte, de uno de los muchos planetas poblados por bárbaros jark sedientos de aventuras.
Aunque era callado, resultaba respetuoso y respondía las preguntas que le hacían como podía sin dar demasiados detalles de quién era, qué había hecho y qué hacía allí. De sus pocas palabras se podía deducir que había algo de cierto en todas las historias que se contaban de él y que en cierto modo se había retirado de sus largos años de explorador y aventurero espacial.
Aquél día, cuando salió de su refugio pre-fabricado número 7, no sabía que acabaría en una emocionante y no deseada aventura donde tendría que superar un reto que parecía imposible y que a la vez le obligaría a mostrar su valía.
A su vez, sería el día en el que se pondría en duda su identidad.
- Siéntese, señor comandante -le pidió un hombre con un largo bigote, algo que le dio el nombre de Bigotes. Su compañero, Bastón, un hombre que portaba un bastón separaba la silla de la mesa para que él se sentase.
- ¿Qué es lo que quiere, Bigotes? -preguntó con curiosidad el felino.
- Creo que es conveniente que hablemos, señor.
- Hable entonces -dijo mientras observaba como los demás miembros se acercaban a la mesa.
- Usted no es el Comandante Ar-Baku -afirmó con seguridad. La sala se llenó de los murmullos de los Canallas. Los ojos del comandante tornaron blancos durante un segundo y suspiró con fuerza.
- Soy quien soy.
- ¿Eres el mismo que luchó contra los Lézards, -los hombres lagartos-, cuando éstos estuvieron a punto de conquistar el Norte? -preguntó burlescamente- ¿o eres un simple farsante?
Él no sabía que responder. La amnesia había acabado con gran parte de los recuerdos y las historias que oía de él mismo le resultaban ajenas y demasiado sorprendentes para haber sido protagonizadas por él.
- He recorrido toda la galaxia Sector Q. Puedo hablaros de mi estancia en las bases del Imperio, al Sur, de las cuales me acuerdo pues es el primer recuerdo que tengo. Llegué aquí cruzando los asteroides del este, evitando encontrarme con los droides y tuve que desviarme hacia el oeste cuando me persiguieron los piratas. Y fue en el oeste cuando los hombres lagarto o lézards me apresaron durante 23 días galácticos mientras me saqueaban la nave y me interrogaban por incidentes que me atribuyeron a mi, el Comandante Ar-Baku. Me dejaron en libertad por mediación del Imperio, al que siempre serviré como habitante del sector Q y los cuales tienen una deuda por mis servicios, cualesquiera que les haya brindado en un pasado que ahora no recuerdo. Por último, llegué a este planeta para pasar el resto de mi vida discretamente y sin ser el centro de la atención, algo que, por lo que parece, no he conseguido.
Los miembros del Club de los Canallas permanecían en silencio.
- ¿Quiere demostrarnos quién es? Haga de nuevo ése viaje. No sé cuánto le llevaría -le reta Bastón- pero le dejo la mejor de mis naves. Lo que recorre una en 20 días lo hace la mía en 5.
El comandante Baku, por un momento, le enfadó el que no le creyesen y que esos don nadie le estuvieran retando a hacer una estupidez, por otra parte, su cuerpo le pedía ese viaje. Su pelo estaba erizado y sus ojos brillaban por la ilusión.
- Espere, -dice Bigotes- hagamos ésto mucho más emocionante. Apostamos el Club de los Canallas, tanto el local como todos sus fondos, a que no lo conseguirá -los miembros aplaudieron la decisión.
- Por supuesto -interrumpió Bastón,- si no lo consigues tendrás que reconocer que eres un impostor. Un sucio y maloliente impostor.
- Lo haré -dijo con decisión el felino.- Estoy deseoso de callarlos a los dos.
- ¿Cómo sabremos si erra? ¿Cuánto tiempo esperaremos por él? -cuestiona una joven llamada Pecas.
- Podría hacerlo en un plazo de tiempo -sugiere otra joven.
- Bien, comandante, ¿cuánto estima que le llevaría el viaje? -pregunta Bigotes.
Pidió una hoja de papel y en ella empezó a escribir.
- Desde el planeta actual, pasando por el oeste cerca de los planetas cavernosos de los gusanos gigantes: 15 días galácticos.
- Desde los planetas cavernosos hacia el sur pasando por la capital del reino de los Lézard: 7 días galácticos.
- Atravesar la zona sur pasando por la sede del imperio repostando en planetas de los esclavos enders -o pequeños hombrecillos verdes-: 23 días galácticos.
- Desde el sur hasta la parte este atravesando el cinturón de asteroides y huyendo de los piratas: 10 días galácticos.
- Desde el este hacia el norte sobreviviendo al ataque de los droides: 20 días galácticos.
- Regreso al planeta: 5 días galácticos.
- Total: 80 días galácticos (365 días terrestres).
- Son 80 días galácticos -dice finalmente el felino.
Los miembros del Club de los Canallas empezaron a reírse, como si el comandante hubiese contando el chiste más divertido del universo.
- ¿Usted ha tenido en cuenta los ataques de los piratas? ¿de los problemas que dan los gusanos gigantes? ¿las revisiones del Imperio para atravesar el sur? -se extraña Bastón, el que quizás fuese el único que tomaba algo en serio al Comandante Ar-Baku.
- Por supuesto, contando con todo y dispuesto a salir ahora mismo.
- Tiene mi nave entonces.
Los asistentes quedaron boquiabiertos sin saber que responder. El Comandante sonrió confiado mientras Bigotes se recomponía de la risa.
- Apuesto mi nombre contra vosotros a que doy la vuelta a la galaxia en ochenta días, o menos.
- ¡La vuelta a la galaxia! -dijo un incrédulo.
- En ochenta días -reafirmó el Comandante Ar-Baku mientras se ponía en pie-. No tengo tiempo que perder.
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